EL MAIZ, la canción

interprete: Campo y Sabor Album: Tierra Salsa de la Vida

martes, 6 de septiembre de 2011

¿PREGUNTAS INCÓMODAS PARA EL MINISTERIO DE CULTURA?




¿Para qué nos sirve difundir el patrimonio inmaterial del maíz si la materia prima, el grano físico, con que se preparan las diferentes recetas, no es el mismo que conocemos desde hace milenios?

¿Para qué nos sirve tener nuestras semillas criollas si al suelo se le despoja de su primordial vocación agrícola?

¿Qué estimuló en realidad el Ministerio de Cultura al incentivar un programa de largo aliento para socializar la importancia y urgencia de nuestro patrimonio cultural representado en el maíz?

Si somos maíz, entonces somos la agricultura tradicional que conservó este glorioso y rico grano, para todas las generaciones venideras; entonces somos la vocación agrícola de nuestro suelo que hoy yace sepultado bajo moles de pavimento, basuras y cemento.

En qué otra dirección podemos enfocarnos si no es en la recuperación total de nuestros granos, que por ser objetos físicos tangibles, representan la parte material de éste valiosísimo patrimonio local?

¿De qué nos serviría tener en la mano un grano de maíz si no podemos diferenciarlo a simple vista de aquel otro maíz transgenizado y que no es ningún alimento sano ni libre de sospechas?

¿Por qué entonces no reclamar ante entidades como la CDMB la falta del verdadero reconocimiento de lo que somos y de nuestra relación vital con el suelo y la agricultura, ya que están convirtiendo todo el espacio urbano en cemento y escondites para la basura?

Frente al suelo ¿qué es lo público y qué es lo privado? Lo cierto es que no estaríamos aquí -buenos o malos- si no es por la presencia de las siembras del maíz, que junto a la yuca, el fríjol y la ahuyama representaron la tabla de salvación ante el acoso del hambre y la fatiga de todos los asentamientos humanos que hemos sobrevivido en la montaña andina. Sin el maíz ninguno de nosotros tampoco hubiera sido posible.
Entonces, ¿no creen que toda una nueva alineación, sincronía y revolución de las mentalidades y los valores jurídicos que interpretan nuestra realidad, es lo que está en el orden del día en nuestra nación?

¿Por qué no es prioritaria la vocación agrícola del suelo de Bucaramanga y su área metropolitana, la siembra de nuestras semillas nativas y criollas, la pérdida de suelo fértil y la asfixia aplastante de las millones de toneladas de basuras y aguas sin tratamiento, de miles de toneladas de asfalto y cemento; la erosión galopante de nuestro territorio y la falta de arte en la proyección del desarrollo integral de nuestra región, como por ejemplo, el trazado y la construcción de carreteables y vías de penetración?

Preguntamos si es la pertinencia de este cuestionamiento lo que hace incómoda la verdad para nuestros estamentos oficiales y gobernantes de turno.
La verdad es que el Ministerio de Cultura debe darse por enterado, por el momento mientras la conciencia crezca y la incomodidad de los hechos nos haga reaccionar.

LA UTOPIA INCAICA

Los frutos que el Perú tenía, de que se mantenía antes de los españoles, eran de diversas maneras, unas que se crían sobre la tierra y otras debajo de ella. De los frutos que se crían encima de la tierra tiene el primer lugar el grano, que los mejicanos y los barloventanos llaman maíz, y los del Perú, zara, porque es el pan que ellos tenían. Es de dos maneras: el uno es duro, que llaman muruchu, y el otro tierno y de mucho regalo, que llaman capia. Cómenlo en lugar de pan, tostado, o cocido en agua simple; la semilla del maíz duro es la que se ha traído a España; la del tierno no ha llegado acá. 

En unas provincias se cría más tierno y delicado que en otras, particularmente en la que llaman Rucana. Para sus sacrificios solemnes, como ya se ha dicho, hacían pan de maíz, que llaman zancu, y para su comer, no de ordinario, sino de cuando en cuando, por vía de regalo, hacían el mismo pan que llaman huminta; diferenciábase en los nombres no porque el pan fuese diferente, sino porque el uno era para sacrificios y el otro para su comer simple; la harina la molían las mujeres en unas losas anchas, donde echaban el grano, y encima de él traían otra losa hecha a manera de media luna, no redonda, sino algo prolongada, de tres dedos de canto. 

En los cornejales de la piedra hecha media luna ponían las manos, y así la traían de canto de una parte a otra sobre el maíz; con esta dificultad molían su grano y cualquiera otra cosa que hubiesen de moler, por lo cual dejaban de comer pan de ordinario.

No molían en morteros, aunque los alcanzaron, porque en ellos se muele a fuerza de brazos por los golpes que dan; y la piedra como media luna, con el peso que tiene, muele lo que toma debajo, y la india la trae con facilidad por la forma que tiene, subiéndola y bajándola de una parte a otra, y de cuando en cuando recoge en medio de la losa con una mano, lo que está moliendo para remolerlo, y con la otra tiene la piedra, la cual con alguna semejanza podríamos llamar batán, por los golpes que le hacen dar a una mano y a otra.

Todavía se están con esta manera de moler para lo que han de menester. También hacían gachas, que llaman api, y las comían con grandísimo regocijo, diciéndoles mil donaires, porque era muy raras veces. La harina, porque se diga todo, la apartaban del afrecho, echándola sobre una manta de algodón limpia, en la cual traían con la mano, asentándola por toda ella. La flor de la harina, como cosa tan delicada, se pega a la manta; el afrecho, como más grueso, se aparta de ella, y con facilidad lo quitan, y vuelven a recoger en medio de la manta la harina que estaba pegada a ella; y quitada aquélla echaban otra tanta, y así iban cerniendo toda la que habían menester; y el cerner la harina más era para el pan que hacían los españoles que no para el que los indios comían; porque no eran tan regalados que los ofendiese el afrecho, ni el afrecho es tan áspero, principalmente el del maíz tierno, que sea menester quitarlo. 

Cernían de la manera que hemos dicho por falta de cedazos, que no llegaron allá de España mientras no hubo trigo. Todo lo cual vi por mis ojos, y me sustenté hasta los nueve o diez años con la zara, que es el maíz, cuyo pan tiene tres nombres. Zancu era el de los sacrificios. Huminta el de sus fiestas y regalo, tauta (pronunciada la primera sílaba en el paladar) es el pan común, la zara tostada llaman camcha: quiere decir maíz tostado, incluye en sí el nombre adjetivo, y el sustantivo hase de pronunciar con m; porque con la n significa barrio de vecindad, o un gran cercado. A la zara cocida llaman musti (y de los españoles mote): quiere decir maíz cocido, incluyendo en sí ambos nombres. De la harina del maíz hacen las españolas los bizcochillos y fruta de sartén, y cualquiera otro regalo, así para sanos como para enfermos; para cuyo medicamento, en cualquier género de cura que sea, los médicos experimentados han desterrado la harina del trigo y usan de la del maíz. 

De la misma harina y agua simple hacen el brebaje que beben, y del brebaje, acedándolo, como los indios lo saben hacer, se hace un lindo vinagre; de las cañas, antes que madure el grano, se hace muy linda miel. Porque las cañas son dulces; las cañas secas y sus hojas son de mucho mantenimiento y muy agradables para las bestias. De las hojas de la mazorca y del mastelillo se sirven los que hacen estatuas para que salgan muy livianas. Algunos indios más apasionados de la embriaguez que la demás comunidad, echan la zara en remojo, y la tienen así hasta que hecha sus raíces, entonces la muelen toda como está, y la cuecen en la misma agua con otras cosas, y colada la guardan hasta que se sazona. Hácese un brebaje fortísimo, que embriaga repentinamente; llamánle uiñapu, y en otro lenguaje sora

Los Incas lo prohibieron por ser tan violento para la embriaguez. Después acá me dicen se ha vuelto a usar por algunos viciosos. De manera que de la zara y de sus partes sacan los provechos que hemos dicho, sin otros muchos que se han hallado para la salud, por vía de medicina, así en bebida como en emplastos, según que en otra parte dijimos.

El segundo lugar de las mieses que se crían sobre la haz de la tierra dan a la que llaman quinua, y en español mijo o arroz pequeño; porque en el grano y el color se le asemeja algo. La planta en que se cría se asemeja mucho al bledo, así en el tallo como en la hoja y en la flor, que es donde se cría la quinua; las hojas tiernas comen los indios y los españoles en sus guisados, porque son sabrosas y muy sanas. 

También comen el grano en sus potajes, hechos de muchas maneras. De la quinua hacen los indios brebaje para beber, como del maíz, pero es en tierras donde hay falta de maíz. Los indios herbolarios usan de la harina de la quinua para algunas enfermedades. El año de mil y quinientos y noventa me enviaron del Perú esta semilla, pero llegó muerta, que aunque se sembró en diversos tiempos no nació. Sin esta semilla tienen los indios del Perú tres o cuatro maneras de frijoles, del talle de las habas, aunque menores; son de comer: en sus guisados usan de ellos; llámanles purutu; tienen chochos, como los de España, algo mayores y más blancos; llámanlos tarui

Sin los frijoles de comer tienen otros frijoles que no son de comer; son redondos, como hechos con turquesa; son de muchos colores y del tamaño de los garbanzos, en común les llaman chuy; y diferenciándolos por los colores les dan muchos nombres, de ellos ridiculosos, de ellos bien apropiados, que por excusar prolijidad los dejamos de decir; usaban de ellos en muchas maneras de juegos que había, así de muchachos como de hombres mayores; yo me acuerdo haber jugado los unos y los otros.

Texto tomado del libro de GARCILASO DE LA VEGA, Biblioteca General Salvat,1.972.
Páginas 136, 137 y 138. Capítulo intitulado "Del maíz, y lo que llaman arroz, y de otras semillas"

E.S. O NO E.S. = SER O NO SER


Como Hamlet en su monólogo, ante una calavera humana en su mano, pronunciando la inmortal frase: "SER o NO SER. He ahí el problema", también nosotros, mujeres y hombres, hijos de la tierra americana y del maíz, ante una pequeña pero soberana semilla de maíz criollo, hemos de plantearnos el trágico suceso de nuestro invaluable y ancestral patrimonio material e inmaterial:

 ¿SOMOS O NO SOMOS?"

Ya no son los tiempos de José Martí quién dijo, "Toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz". Porque entonces no existía éste abominable y frankesteiniano hijo del maíz nativo: el maíz manipulado genéticamente, el maíz transgénico.

En los más poderosos, sofisticados y privados laboratorios del mundo, la ciencia al servicio del mercado capitalista convirtió nuestro grano milenario en un producto netamente comercial, una cosa que se vende barato, muy lejana de ser igual, mucho menos mejor, al primitivo alimento que fue el sustento básico de millones de habitantes de Abya Yala y que aún hoy lo es para muchos otros pueblos del mundo.

En la película "El Mundo según Monsanto", se hace de público conocimiento el problema esencial de la transgenización de semillas. Ojo, porque no se trata de los químicos, ni son los híbridos ni los cruces naturales entre las miles de variedades de semillas criollas. Se trata de la aplicación inescrupulosa e irresponsable de las más increíbles herramientas y recursos  de la ingeniería genética que ha violado la estructura molecular genética y los límites que la naturaleza y millones de años de evolución imponen para restringir el cruce de propiedades genéticas entre los seres vivos de los diferentes reinos de la naturaleza.

Es sencillo. No hay "EQUIVALENCIA SUSTANCIAL" (E. S.) entre un producto transgénico y las semillas originales. Los transgénicos por consiguiente no son un alimento desde el punto de vista científico, pero tampoco tal y como hasta ahora hemos consumido y conocido el rey maíz, experimentado casi a diario cuando comemos las arepitas de maíz pelado, o los tamales, o los centenares de platillos típicos que en toda América existen.

Lo peor es que los transgénicos se liberaron al comercio mundial, en una cota además de ascendente desproporcionadamente colosal, por razones políticas y no con base en argumentos científicos ya que los experimentos comprobaron la NO inocuidad de estos productos, pasados por alimentos y vendidos sin etiqueta en el mercado.

Cada día entran a nuestro "glorioso" departamento de Santander tres mil toneladas de este maíz genéticamente manipulado, mientras las siembras "de prueba" de maíz transgénico se garantizan desde el alto gobierno, 32,5 há en sólo Santander, y en los campos se abandona la agricultura tradicional de nuestro valioso grano criollo milenario y extensísimos suelos se empobrecen gracias a la potrerización, la antesala del desierto.

 


MEDICAMENTOS INDÍGENAS -EL MAÍZ Y SUS PROPIEDADES MEDICINALES


MEDICAMENTOS INDIGENAS
Por: Gerónimo Pompa
texto 1


Maíz - tostado y puesto en el agua de beber es un astringente apropiado para las diarreas.
“El cocimiento del maíz sin tostar con goma arábiga y azúcar cande sirve para las afecciones del pecho, para la blenorrea y para los ardores de orina. Del morado se hace una mazamorra, que con polvo de nuez moscada es muy apropiada para fortificar a las personas debilitadas por los desarreglos de la edad juvenil o por enfermedades largas y laboriosas. El atol de maíz blanco, o de cualquier otro, con unos cogollitos de ruda colocados en él, bien desmenuzados al apearle el fuego, remedio eficaz contra el histerismo. El cocimiento de la caña se aplica en las retenciones de orina y en la nefritis. El de la espiga es sudorífico. La masa de maíz sancochado se pone en los tumores para extirparlos y mezclada con aceite de castilla y papelón, se aplica a las úlceras, heridas, porrazos, Ectera. Del maíz se saca el aguardiente de mucho merito y una chicha que al buen punto equivale al mejor vino”.

“De la espiga de mazorca tierna cocinada en agua es un excelente diurético y tomado en ayunas es un buen tónico para el riñón”.
Conocimiento popular

Bibliografía: Pompa, Gerónimo.  MEDICAMENTOS INDÍGENAS Pagina, 155 - Editorial América S.A. 1972


EL MAÍZ Y SUS PROPIEDADES MEDICINALES
texto 2
Un alimento sencillo, que está entre los más antiguos de la humanidad y al alcance de todos, el maíz es la semilla más explotada del mundo. Está presente en muchos de los productos, comestibles o no, que utilizamos, y en múltiples preparaciones provee de vitaminas esenciales para la salud.
De una planta de hasta tres metros de altura, con hojas largas, planas y puntiagudas proviene el maíz, grano amarillo de una mazorca también conocida como la planta del choclo, abatí, altoverde, borona, canguil, capiá, caucha, cuatequil, entre otros nombres.
Presente en el aceite, conservas, la margarina, la mostaza, la mayonesa, el ketchup, la fructosa de muchos postres, derivados del queso, salsas para aliñar ensaladas, los congelados y helados; es un grano que podríamos encontrar en cada una de nuestras comidas.
Pero además este omnipresente grano tiene las más diversas aplicaciones medicinales; en padecimientos de tipo renal como inflamación del riñón y cálculos; como diurético, para aumentar la presión sanguínea y hasta malestares del corazón.

Un alimento versátil
La antigüedad del maíz data desde hace 7.000 años. Originario de la América tropical, por su poder nutritivo constituyó la base alimentaria de varios pueblos indígenas y hasta hoy se utiliza en distintos continentes para una variedad de alimentos, ya que de él derivan la harina y maicena.
Hay más de 3.500 usos diferentes para los productos que se extraen del maíz, y cada día se descubren nuevos usos. Varios de los cereales, panes, café y hasta mermelada están compuestos de maíz, almidón de maíz, almíbar de maíz, harina de maíz y un edulcorante extraído del maíz.
Pero sus usos no se quedan en lo alimenticio. Muchos de los jabones y cosméticos incluyen derivados del maíz en su formulación. La mayor parte de las pastas de dientes contienen hasta un 50% de sorbitol líquido, y el aceite de maíz se utiliza en pinturas y barnices.

Propiedades medicinales
El grano de maíz contiene glúcidos o hidratos de carbono (70-77%), proteínas (7¿%-10%) y grasas (3%-5%), además de minerales y oligoelementos (sobre todo, flúor). Su proteína es más completa de lo que se pensaba, aunque algo inferior a la del trigo y bastante menos completa que la de la soja. 
Diuréticas: Las barbas o "cabellera" pueden resultar muy útiles cuando se requiera activar la secreción urinaria, como por ejemplo en los estados febriles, inflamaciones de la vejiga, enfermedades cardíacas, albuminuria y gota. Además, la infusión de estos filamentos estilares es inocua, y puede consumirse cuantas veces se quiera, excepto en casos de inflamación de la próstata, en que no se recomienda. 
Emoliente y protector de la mucosa intestinal: el maíz y su harina, gracias a su total carencia de gluten, resultan de gran utilidad para quienes padecen celiaquía, y en general, para los niños que sufren mala absorción intestinal o diarreas crónicas. 
Frenador del metabolismo: el maíz ralentiza la actividad de la glándula tiroides, y por lo tanto frena el metabolismo. Se recomienda a los hipertiroideos y a los convalecientes, anémicos y desnutridos, como reconstituyente. Es útil en las dietas de engorde. 
Reducción del colesterol: el aceite que se extrae del germen de maíz es muy rico en ácidos grasos insaturados, por lo que conviene a quienes tienen exceso de colesterol en la sangre. 
Afecciones circulatorias: edemas (retención de líquidos), piernas hinchadas (incluso en el embarazo), afecciones cardíacas, hipertensión arterial, exceso de sal en la dieta
Gota (exceso de ácido úrico), artritismo, edemas subpalpebrales (bolsas debajo de los ojos), y siempre que se quiera eliminar el exceso de toxinas acumuladas en la sangre, por ejemplo, después de haber pasado una gripe.
Precauciones

Hay que evitar la alimentación exclusiva o casi exclusiva con él, sobre todo tratándose de niños, porque provoca enfermedades de las llamadas "de carencia". 
Su uso como diurético en presencia de hipertensión, cardiopatías o insuficiencia renal moderada o grave, sólo debe hacerse por prescripción y bajo control médico.

(tomado de:Articulosgratis.org)


domingo, 4 de septiembre de 2011

LA FIESTA DE LA INCLUSIÓN Patrimonio del maíz

Se considera patrimonio un elemento de nuestra cultura cuando un conjunto de vivencias culturales, olfativas, degustativas, alimentarias,  tradiciones y herramientas trascienden de generación en generación ,proporcionando una apropiciación e interiorización en la vida cotidiana de una sociedad y que dada su trascendencia se requiere de conservar -no de petrificar- para las futuras generaciones, estas tradiciones de nuestro pasado y futuro que deben instalarse como memoria patrimonial en los cuerpos -no tan solo en la memoria- de los seres que habitamos este territorio.
Cuando este conjunto de tradiciones culturales se ven amenazadas por fuerzas externas como sucede hoy dentro de los cánones de producción globalizado ,es entonces cuando hay que ejercer una resistencia colectiva con una serie de estrategias artísticas, culturales, artesanales,  culinarias e incluso políticas; ya que la iniciativa es crear para la ciudad una fiesta maicera que pueda en adelante recordar a todos sus ciudadanos cada año, que el maíz hizo posible la vida y fundación de nuestra ciudad desde tiempos remotos alimentando con su masa de maíz a sus pobladores.
Se trata de indagar cómo este elemento patrimonial hace su puesta en escena dentro de la comunidad, de tal forma que se convierte en una fuerza que instaura la necesidad de elevar un componente cultural al status de patrimonio inmaterial, material y que deja planteada la necesidad de hacer visible a través de una acción decisoria, llámese acuerdo municipal, declaratoria de patrimonio o de cualquier otra opción gubernamental y de participación ciudadana.
Para que la comida chatarra no termine invadiendo los sabores ancestrales, se requiere de una Investigación que nos permita reflexionar sobre que elementos culturales actúan en el momento en que  preparamos una chicha, un tamal, un ayaco, una arepa, haciendo posible visibilizar que tipo de mitos, creencias, herramientas y otros aspectos se conjugan para que la sociedad se identifique, no tan sólo con lo que come, sino también por qué y cómo se come.
De tal forma que cuando estamos en el extranjero o alejados de nuestros contextos y tradiciones culinarias, sentimos que “algo” nos falta, un algo que va mas allá de los recuerdos familiares o territoriales; eso que nos hace falta nos priva de algo esencial que nos invade de fuerzas nostálgicas que hacen que esa necesidad nos involucre todos los tendones y sentires de nuestros cuerpos.
Las tradiciones culinarias, artesanales, medicinales y el grano de maíz criollo y su siembra es el conjunto de bienes materiales e inmateriales con los cuales nos identificamos  para mantener un sentido amplio de comunidad coherente con nuestro pasado.
El maíz formó parte de tributo que los amerindios ofrecieron a los españoles una vez llegaron a tierra, la palabra Mahíz vocablo Taino de una de las tantas islas que Colón visitó una vez repusieron las fuerzas y calmaron su sed de pisar tierra firme, tomar agua y frutos frescos.
Estamos en desacuerdo que en Colombia o en cualquier lugar de Latinoamérica se siembre maíz transgénico. Realizamos una investigación en favor del maíz criollo y toda la importancia como patrimonio material e inmaterial para nuestra sociedad actual y para las generaciones venideras.

Hemos venido consignando nuestros pareceres e investigaciones. En el país y en especial nuestro departamento Santander, se paso de ser un productor autosuficiente a un importador dependiente; consumimos el maíz transgénico que importamos.

Nuestro Ministerio de Agricultura tiene como eslogan "Maíz País" pero hasta ahora sólo sabemos que tenemos que producir veinte mil toneladas de maíz pues los productores con el problema de medio oriente, piensan volver combustible “Etanol” todo el maíz que producen y bueno, lo que hasta ahora no sabemos ,es que tipo de maíz se propone sembrar el estado colombiano.


jueves, 1 de septiembre de 2011

REFUNDICIONES Y REFUNDACIONES

 


En la calle 33 con carrera 13 muy cerca del sitio donde se celebró el acto de fundación de Bucaramanga, el día 22 de Diciembre de 1.622, tomamos estas fotos de una solitaria planta de maíz.

Rodeada de cemento, basuras, hierros y altas torres, por los cuatro puntos cardinales, de manera insólita y casi desafiante nació y creció como si fuera extranjera, desarrolló un penacho con su espiga cuajada de una dosis casi ilimitada de polen, que son las células sexuales masculinas; también creció de forma muy precaria una mazorquita, tan diminuta que parecía una proyección apocalíptica de esta planta sagrada que fue nuestro principal cómplice durante milenios para combatir el hambre y la tristeza; de paso haciendo igual que ella, cruces de nuestras células sexuales para que poblaramos más este mundo y estos territorios.

    

Esa planta legendaria, ahora, hoy, aquí, es apenas un remedo, una aspiración difusa, una identidad en extinción.
Es cierto que el maíz cuando nace y está pequeño es muy frágil y necesita nuestros cuidados, nuestra mano y ayuda, más que al final de su existencia a los tres o cuatro meses. Hay que decir que  la planta de la fotografía encontró además de la indiferencia propia de los citadinos, alguna mano amiga y agua ajena que le permitió crecer hasta donde se aprecia por el aviso de PARE al lado, que igual le sirvió de protección ante el flujo caótico y permanente de desechos, autos, motos y gente.

Tal vez hoy esté todo al revés. Nosotros que heredamos las semillas de maíz criollo durante miles de años, ahora en Santander compramos casi todo el maíz que demanda el consumo interno, pero ese maíz que se importa es manipulado genéticamente, sin la equivalencia sustancial para poder calificarlo como alimento. Compramos algo que no es alimento cuando al maíz le debemos todo.
El maíz nuestro es el papá de Joe Arroyo. Y no sólo le debemos la dicha, también la chicha.
Tanto que nos ha gustado la arepita de maíz amarillo pelado aquí en Bucaramanga y mire en qué anda nuestra planta ancestral y exquisito cómplice...fácil se le puede confundir con un pordiosero olvidado como esas personas que viven en la calle que no tienen quién los cuide, ni dónde caer muertos, en un descuido general.
Por eso parodiamos el epitafio del Quijote, para este rey destronado:
"Yace aquí el maíz fuerte
que a tanto extremo llegó de valiente
que se advierte que la muerte
no triunfó de su vida con su muerte."

Todos debemos saber que la semilla criolla de maíz dentro de la tierra muere para vivir. Pero ¿En qué hemos convertido la tierra en dónde se fundó nuestra ciudad?. Si ya no hay en dónde se pueda sembrar maíz como fue el día que se fundó , si ya no hay un suelo con la vocación agrícola que merece y necesita, ni hay personas que lo amen, además del honor y el tributo que le debemos, hablando aquí entre seres vivos...rodeados de pavimento por todas partes…
¿Somos maíz?

PARE, por favor, pensemos, sembremos, seamos, volvamos a ser, refundémonos y no nos dejemos meter gato por liebre, o como diría la filosofía de la ciencia, no nos dejemos pasar quimeras por verdaderos seres, bagazos por auténticos alimentos.

martes, 23 de agosto de 2011

HOMBRES DE MAÍZ


Comentario al respaldo del libro: 

¿Qué significado tienen los hombres de maíz?  Este nombre está tomado de la mitología Maya-Quiché.  Según tales creencias, el hombre fue hecho de maíz y en las páginas de la novela de Miguel Ángel Asturias, se enfrentan los hombres que consideraban el maíz como parte de su ser y como alimento sagrado, con aquellos que utilizan el maíz como un producto comercial cualquiera.  Los primeros hacen la siembra racional y limitada a sus necesidades.   Los segundos intensifican su cultivo para enriquecerse y empobrecen la tierra.

La realidad y la leyenda, repetimos, se entremezclan en sucesivos episodios.  Los personajes, hombres de maíz, viven empequeñecidos por la naturaleza fabulosa que los rodea y engrandecidos por la magia fabulosa que utilizan.  De ahí que todo en esta novela cobre una dimensión mágica, propia del alma primitiva, y el lector asista a las transformaciones del ser humano en animal, a los prodigios del herbolario poseedor de secretos curativos y de la mujer concebida como un ser que se persigue y huye siempre. 


Capítulo Gaspar Ilón, pág 20 y 21.

Adolescentes con cara de bucul sin pintar jugaban entre los ancianos, entre las mujeres, entre los hombres, entre las fogatas, entre los brujos de las luciérnagas, entre los guerreros, entre las cocineras que hundían los cucharones de jícara en las ollas de los puliques, de los sancochos, del caldo de gallina, de los petianes, para colmar las escudillas de losa vidriada que les iban pasando y pasando y pasando y pasando los invitados, sin confundir los pedidos que les hacían, si pepián, si caldo, si pulique.  Las encargadas del chile colorado, rociaban con sangre de chile huaque las escudillas de caldo leonado, en el que nadaban medios güisquiles espinudos, con cáscara, carne gorda, pacayas, papas deshaciéndose, y güicoyes en forma de conchas, y manojitos de ejotes, y trozaduras de ichintal, todo con su gracia de culantro, sal, ajo y tomate.  También rociaban con chile colorado las escudillas de arroz y caldo de gallina, de siete gallinas, de nueve gallinas blancas. 

Las tamaleras, zambas de llevar fuego, sacaban los envoltorios de hoja de plátano amarrados con cibaque de los apastes aborbollantes y los abrían en un dos por tres.  Las que servían los tamales abiertos, listos para comerse, sudaban como asoleadas de tanto recibir en la cara el vaho quemante de la masa de maíz cocido, del recado de vivísimo rojo y de sus carnes interiores, tropezones para los que en comenzando a comer el tamal hasta chuparse los dedos y entrar en confianza con los vecinos, porque se come con los dedos.  El convidado se familiariza alrededor de donde se comen los tamales, a tal punto que sin miramiento prueba el del compañero o pide la repetición, como los muy confianzudos de los guerrilleros del Gaspar, que decían a las pasadoras, no sin alargar la mano para tocarles las carnes, manoseos que aquellas rehuían o contestaban a chipotazos:  ¡Treme otro, mija!… tamales mayores, rojos y negros, los rojos salados, los negros de chumpipe, dulces y con almendras; y tamalitos acolitos en roquetes de tuza blanca, de bledos, choreques, lorocos, pitos o flor de ayote; y tamalitos con anís, y tamalitos de elote, como carne de muchachito de maíz sin endurecer.  ¡Treme otro, mija!… las mujeres comían unas como manzana rosas, de masa de maíz raleada con leche, tamalitos coloreados con grana y adornados con olor.  ¡Treme otro, mija!… las cocineras se pasaban el envés de la mano por la frente para subirse el pelo. 

A veces le echaban mano a la mano para restregarse las narices moquientas de humo y tamal.  Las encargadas de los asados le gozaban el primer olor a la cecina: carne de res seca compuesta con naranja agria, mucha sal y mucho sol, carne que en el fuego, como si reviviera la bestia, hacía contorsiones de animal que se quema.  Otros ojos se comían otros platos.  Güiras asadas.  Yuca con queso.  Rabo con salsa picante que por lo meloso del hueso parece miel de bolita.  Fritangas con sudor de siete caldos 
Los bebedores de chilate acababan con el guacal en que bebían como si se lo fueran a poner de máscara, para saborear así hasta el último poquito de puzunque salobre.  En tazas de bola servían el atol shuco, ligeramente morado, ligeramente ácido.  A eloatol sabía el atol de suero de queso y maíz, y a rapadura, el atol quebrantado.  La manteca caliente ensayaba burbujas de lluvia en las torteras que se iban quedando sin la gloria de los plátanos fritos, servidos enteros y con aguamiel a mujeres que además cotorreaban por probar el arroz en leche con rajitas de canela, los jocotes en dulce y los coyoles en miel.

Del Libro Hombres de Maíz, Miguel Ángel Asturias.  Editorial Losada S.A. Buenos Aires Quinta Edición. 1967.

miércoles, 17 de agosto de 2011

ALIMENTO EN LA MOCHILA Con el corazón en la mesa



Una vez cruzaron los bosques y las selvas, dejaron atrás las tierras que  llenaron de sueños, los días apacibles de la juventud.  Tras muchas jornadas de travesía, la comunidad decidía hacer un alto en el camino para cultivar aquellas tierras sin dueños que les otorgaba su libertad al transitarlas.
De sus tejidos macutos sacaban semillas protegidas en totumos que las conservaban de la humedad, del calor ecuatorial y de los astutos animalillos que las codiciaban.  En el interior de los totumos las semillas brillaban como el sol; su amarillo intenso iluminaba los rostros de las mujeres que las seleccionaban, mientras los hombres limpiaban los terrenos con sus rústicas herramientas.
Desde el cielo la Luna anunciaba los días propicios para la siembra, las chozas con techos de nacuma se dispersaban alrededor de los cultivos y los niños, disfrazados con espigas de pasto y hojas de plantas silvestres, espantaban a los cuervos y pájaros, haciendo escaramuzas y lanzando risotadas que alertaban a las abejas.


Tras varios meses de espera y de cuidados, sobre el paisaje surgían los  penachos de las doradas espigas, y las mujeres se alegraban al ver que la fiesta de la cosecha pronto vendría.  Las mazorcas brotaban de los tallos fibrosos, y con hierbas, chamizos y flores de vivos colores, los niños inventaban personajes para ahuyentar a los animalillos silvestres, y hasta bloqueaban los caminos de las incansables hormigas atraídas por el magnetismo oloroso del alimento amarillo.
Al fin llegaba el momento de la cosecha.  Con sus catabras y petates a cuestas, tejidos con la trama de las constelaciones lejanas, y con provisiones de agua limpia para calmar la sed, la comunidad empezaba a realizar algo que, visto desde el cénit, parecía ser una danza alegre de agradecimiento al gran Sol que con sus rayos teñía de amarillo el sagrado grano.
Las plantas de maíz, impasibles, veían cómo eran despojadas de sus pesadas mazorcas y cómo algunas de sus hojas eran quebradas por el paso estrecho de los recolectores; las mazorcas más tiernas eran dejadas en el tallo, pero esta vez sin los cuidados esmerados de los niños.
Entonces, surgía otra fiesta: los tímidos animalillos del monte se acercaban y comían los restos que por el suelo y aun en las plantas quedaban del anhelado alimento; los niños, antes perseguidores implacables, alentaban a los cuervos a participar de la fiesta, y las hormigas trenzaban los caminos por donde después desfilaban con la verde cosecha en sus tenazas.
Tras elegir las mejores semillas, eran resguardadas en los resistentes totumos que iban a parar al fondo de las mochilas.  Ahora empezaba la alquimia del grano secado al Sol: sobre las pailas de madera y piedra empezaba la transformación del grano en deliciosas arepas y sopas, y la preparación de la bebida que daría lugar a la gran fiesta de la cosecha.  La comunidad iniciaba así el ritual de la toma de Chicha.
Al principio, sólo las mujeres que habían preparado la suntuosa bebida tenían el privilegio de ver los ojos acuosos nadar sobre la nata dorada que tupía de miradas el cielo de la Chicha.  Una vez aprobada por los catadores, era servida en las anchas totumas que pasaban de mano en mano, hasta que el último en recibirla regresaba al lugar de la moya madre y renovaba el espeso licor que ya hacía sus efectos en las animadas charlas, en las que los chistes y cuentos de la cosecha se entretejían haciendo las delicias de los niños, que también tomaban la Chicha endulzada con miel.
Cuando los europeos llegaron aquí, no encontraron en dónde sembrar el trigo; así que el maíz fue su alimento sustituto.  Ellos recogieron las tradicionales recetas del maíz, y los dorados granos cruzaron los océanos, y las mesas de los europeos se cubrieron del amarillo con envolturas verdes: los tamales, los ayacos, el chócolo, las bebidas y las tortillas de maíz hicieron que el alimento trascendiera los laberintos funestos de la conquista, y deleitara con su exotismo los paladares de los más refinados habitantes del Viejo Mundo.
Hay una frase en México que dice:”No me acostumbro al pan”.  Y es que las tortillas de maíz son preparadas en los hogares aromatizando el aire con los humeantes sabores que se cuecen en los tiestos de barro y de metal.
Al sentarnos a la mesa a saborear una arepa o un tamal, es necesario sentir que sus raíces ancestrales nos remontan hasta los confines gloriosos de nuestra primitiva hermandad con la naturaleza, la gran proveedora de granos amarillos que, como pequeños soles, iluminaban las sonrisas de los rostros de barro y oro de nuestros amados amerindios.


fotografías tomadas de los puestos de venta de maiz de la plaza principal de Bucaramanga


lunes, 8 de agosto de 2011

ABIERTO POR INVENTARIO Después de la fundación


ABIERTO POR INVENTARIO
Después de la fundación



El Maíz fue el alimento de los dioses; los seres de maíz brotaban por doquier para poblar el mundo con señales de mazorca; sobre los surcos se trenzaron las generaciones que darían lugar a un continente lleno de magias equinocciales que enloquecerían por siglos a las codicias reales de las Europas y que darían lugar a uno de los actos refundacionales más sangrientos y traumáticos de la historia humana.
De la ciudad sabemos quiénes, cómo y cuándo la fundaron.  Tenemos la certeza de haber empezado, pero ahora es una ciudad en constante cambio, en donde no cabe la siembra de los alimentos.  De ser una villa autosuficiente y amable, pasó a ser una ciudad dependiente y agresiva. ¿Cómo vemos ahora el futuro con impuestos para la erosión?  
La vieja ciudad está en demolición, las puertas de maderas nobles han sido echadas abajo, las sombras de los árboles frutales han desaparecido, y la memoria de las paredes de barro con reminiscencias caseras sucumbió al olvido; de sus cenizas han surgido edificios monumentales que tapan el cielo abierto: ya Palonegro no se ve con los ojos del atardecer, los aterrizajes de los aviones se pierden entre los ventanales que reflejan otros cielos, y junto a los colores de los ocasos se perdieron las predicciones del tiempo. Recuerdo a mi abuelo diciendo: “Es atardecer de verano”, o, “son los colores del invierno, vendrán las lluvias”.  Con aquellas predicciones climáticas de ciudadano observador escuchamos al viejo pensionado sentado en una acera, bajo el rumor de su voz recia, y vimos los días claudicar ante los nuevos e impredecibles tiempos.
La enceguecida conquista deambuló entre las huellas de América, sin percibir el amor ancestral hacia la naturaleza que vigorizaba los ríos, las selvas y los paisajes andinos con el aliento de los nativos, quienes hicieron realidad la hazaña de la fundación.  Sabemos cuántos años tiene la ciudad, pero no sabemos cómo nos gobiernan; lo público es ahora lo vedado, la política es solo para quienes nos gobiernan y para los que desfalcan la ciudad y la venden al mejor postor, como aquellos insaciables negociantes disfrazados de poder que venían por Santurbán.
Una urbe que hoy nada entre las calles sin aseo; las esquinas del encuentro se diluyeron en la represión del control; sin embargo, aún queda la ciudad de quienes la vivimos y la transformamos en una polis de estaciones con cultura, y al caminarla intentamos alienar las calles con otros cultivos, con la gestión de granos amarillos, con imaginación, para que sus avenidas se pueblen de hojarasca, de donde surja una poesía civil que se convierta en una vertiente de cambio de nudos infinitos.
La incomodidad ambiental deambula, la incertidumbre resuena como el trueno y una rara necesidad nos ronda, una sensación de ver otra ciudad, de moldear otros fuegos de tendón y cemento, de sudor y alimento. Deseamos otros gobernantes, capaces de derrumbar la indiferencia, de sostener un impulso de vida y de propiciar significativos cambios que hagan posibles las siembras.  Al permanecer y mirar la ciudad intuimos otras posibilidades de un cambio que imaginamos sembrado de verde, habitado por excelentes esculturas, mediante la activación de políticas de desarrollo incluyentes y coherentes con nuestras necesidades.
Ahora pasa un ruidoso helicóptero por el cielo de la ciudad.  Habría que declarar el cielo como patrimonio de civilidad, no de confrontación, y que así viniera el mismísimo Papa, no dejaríamos que los helicópteros sobrevolaran nuestros techos, pues al hacerlo interrumpen el bullicio de los colegios, desmelenan nuestras azoteas llenas de ropa limpia, sacuden nuestras cuerdas eléctricas adornadas de zapatos viejos y de los  lánguidos esqueletos de cometas rotas.
Al borde mismo de la sobrevivencia de la ciudad, recae sobre la CDMB la gran responsabilidad de garantizar con sus excelentes recursos los remedios y las medidas de prevención para asegurar la inestable estabilidad de nuestra meseta.  ¿Qué hace la CDMB para cuidar nuestra casa común? ¿Qué hace la empresa de aseo, que no ha sido capaz de sostener una campaña de clasificación de basuras, ni siquiera en un solo barrio de Bucaramanga? Para aquellos ciudadanos que por auto aprendizaje y sentido común sí lo hacen, la empresa de aseo es un fiasco; estos ciudadanos han decidido no entregar a la empresa sus bolsas de residuos clasificados, porque según ellas -la mayoría de quienes reciclan en las casas son mujeres- estas bolsas van a parar sin ningún tipo de escrúpulo a la barriga insaciable de los escombros caóticos del día a día.


miércoles, 3 de agosto de 2011

TAMBIÉN LA LLUVIA

TAMBIÉN LA LLUVIA
 (Ecobazarte Fucha Aba, 19 de Junio de 2.011)

No podía faltar y eso que era domingo de Bucaramanga donde antes siempre hacía solecito; eso dicen. Y aunque a todos no les provocó una espontánea bienvenida, el agua lluvia es para la tierra, como la muerte para la vida, que también siempre ha estado ahí, para fecundarla, para derrumbarla.

Quedamos en grupos confinados bajo cuatro carpas, aquietados bajo un mismo cielo y paradotes sobre una misma tierra. El olor de las comidas y bebidas con sabores ancestrales, el color de las pinturas, artesanías y manufacturas, el polvo de los libros y papeles, por unos momentos quedaron como suspendidos, aletargados bajo la inclemencia y el sonoro golpeteo del aguacero.

Hubo un hambre temprana y una sed que parecía no saciarse. El mute santandereano se terminó a la una de la tarde y hacía dos horas que había llegado, varios quedaron con ganitas. De los tamales tolimenses y santandereanos, los ayacos de sal y dulce, los panes de maíz, la chicha, el masato, los dulces y postres, fueron llevados por los numerosos visitantes maiceros.

La arepa de maíz pelado amarillo y la natilla fueron el alimento de masa de maíz, que al interiozarlos no hubo misericordia, sólo quedaron los trocitos de arepita preparados para las degustaciones que tuvieron el propósito –no subliminal- de volver a soñar despiertos con que somos algo, que en realidad sólo espera que lo reclamemos como nuestro, iusnatural y un sentimiento atávico nos devolvía el anhelo de una unidad auténtica.


TAMBIÉN LA LLUVIA
TAMBIÉN EL MAÍZ
TAMBIÉN NOSOTROS
¡TAN BIEN!

Bucaramanga, julio de 2.011.