ESE GRANITO PIDE JUSTICIA
Una señora que parecía muy descuidada dejaba caer, por allá
en los campos y donde hubiera tierra, agua y sol, granitos de su mochila de
fique, eran unos granitos de oro amarillos y dorados, anaranjados, rojos,
blancos y morados como negrito brillante y siempre sonreían...sonreían porque
ya no sonríen; mientras don Anselmo, un viejito campesino detrás de ella va
mirando cómo la señora dejaba un reguero, que él a su vez iba recogiendo y donde podía sembraba, incluso los que parecían
oro, mientras murmuraba de labios para dentro: "Ese granito pide justicia".
En Colombia y Santander se puede sembrar maíz en muchos
lugares pero los propietarios, que son unos poquitos, tal vez no saben o no
pueden o no quieren.
Todos aquellos colores del maíz no tardarían los nativos en
convertirlos en deliciosos manjares, gracias a los aliños y cocinados de las
buenas cocineras y hortelanas.
El Chiqui, un empedernido jinete de cicla que en Bucaramanga
iba a sembrar un surco de un kilómetro de maíz amarillo criollo calentano en las zonas verdes del separador de una
importante avenida de la ciudad, conocía a don Anselmo quien había escuchado
los argumentos del Chiqui para hacer semejante siembra en plena ciudad con un
aire bastante contaminado, un parque automotor saturado y una administración
local que descuida la agricultura. Se daba por entendido desde que escuchara
aquella historia de cómo el maíz transgénico invadió silenciosamente a plena
luz del día y con casi plenos poderes jurídicos, el mercado de todo el país
pero más el de Santander.
Cada día entran a nuestro departamento tres mil toneladas de
maíz transgénico para sostener una producción mensual de más de tres millones
de cabezas de pollo. La amenaza de extinción para nuestras semillas criollas no
es una ficción, es la cruda realidad.
El ICA, entidad que debería garantizar la bioseguridad de
nuestros bancos genéticos naturales y propios, se ha encargado de legislar para
proteger la entrada, sin marcas y sin advertencias para el consumidor, de los productos
modificados genéticamente, en menoscabo de nuestra propia biodiversidad criolla
y que si queremos todavía se puede comprar semilla criolla de maíz amarillo
aquí en el centro de la ciudad pero esas oportunidades están amenazadas de un
pronto y fatídico final.
Para el Chiqui la consigna es hacerse notar decorando
nuestros espacios y zonas verdes con las esbeltas plantas de maíz criollo que
nuestros abuelos y taitas nos legaron para nuestra salud y bienestar. Actuar
cuando se sabe que los tesoros que a todos nos pertenecen están amenazados de
extinción irreversible y que todo el mundo sepa que esos patrimonios
bioculturales en nuestra región tienen dolientes. Ir detrás de la señora que
parece descuidada sembrando todos los granos que deje caer...incluso los que
parecen de oro porque con esos granitos, que también piden justicia, es que se
hace la deliciosa arepa santandereana de maíz pelado. Y colorín colorado este plato está convocado.
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