UNA CICLA ME CONTÓ
La cicla, hermana del ciclo, del grande y del pequeño ciclo,
guane o maya ocupaba la rueda delantera desde donde sólo se veía lo que viene, mientras el ciclo se hacía en la rueda trasera
y sólo veía todo lo que iba quedando atrás; tal vez por eso no paraba de hablar
mientras la cicla su hermana escuchaba resignada en silencio.
Hace treinta años consumíamos los alimentos que producíamos y no estaba
el ICA aprobando en todo el país cada vez más siembras experimentales para
semillas modificadas genéticamente y promulgando un marco jurídico para
favorecer. Hoy estamos importando casi todo lo que consumimos y nos encontramos
en un descuido fatal de nuestra propia producción de alimentos libres de la
contaminación genética; sólo el Departamento de Santander líder en la
producción de pollo y huevos, demanda tres mil toneladas diarias de maíz,
cuando la producción nacional de semillas criollas no alcanza ni al millón de
toneladas al año en un país que necesita más de tres millones de toneladas
anuales; por lo cual se importa de los EE UU y llega a nuestros puertos e
incluso a los graneros minoristas del centro de mercado de Bucaramanga en la
zona de Quebrada seca y se consigue a quinientos pesos/libra el maíz gringo, lo
más barato del mercado y no viene marcado ni menos etiquetado, pareciéndose
muchísimo a la variedad criolla nuestra de maíz duro nacional para aves.
Mientras tanto nuestras semillas ya casi no se ven y el más barato vale en
promedio mil quinientos pesos. Pero lo peor es que la presencia hegemónica de
estas semillas transgénicas en nuestra región amenaza con el exterminio de
nuestras variedades criollas mediante la contaminación genética de nuestras
variedades ya que el maíz se cruza con mucha facilidad gracias al viento, las
abejas y el ser humano, lo cual volvería a nuestras semillas criollas,
modificadas genéticamente en un proceso de contaminación irreversible.
La cicla que siempre veía
primero, eludía todos los avisos de prohibido transitar en cicla, que colocó
devotamente metrolínea en toda la ciudad. Además esta vez su conductor llevaba
tres semillitas criollas de maíz que van a ser plantadas en un intercambiador
de una importante vía de nuestra ciudad. Era importante hacer visible lo que
más nos ha unido, hoy en esta guerra y mañana ojalá en la paz de nuestra nación
consigo misma.
Ya cuando el ciclo vio lo que
quedaba atrás, había una gran fiesta de la siembra porque no sólo se transgeniza
la esencia de nuestros más grandes, antiguos y valiosos tesoros: la memoria
genética de nuestros mejores alimentos, sino que también se muta el alma de lo
propio y mejor a lo foráneo y peor porque entonces ya no seremos alimento, pan,
oro verde o amarillo vegetal. Sólo mercancía, sólo una cosa, vendible, barata y
despreciada hoy como un tóxico en
mercados más cultos.
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