EL MAIZ, la canción

interprete: Campo y Sabor Album: Tierra Salsa de la Vida

jueves, 21 de julio de 2011

INVENTARIO


INVENTARIO
Sin Maíz no hay fundación


En aquellos tiempos cuando los escasos bohíos se distanciaban tanto que para encontrarse había que ponerse de acuerdo con varios días de anterioridad y la meseta era nombraba de orilla a orilla de las quebradas Cuyamata, Suratoque, Cochagua entre otras que la circundaban. Y como aparece escrito en el acta fundacional en un castellano antiguo y detallado, que aquel jueves 22 de diciembre de 1622, después de una larga misa en donde los asistentes tuvieron que permanecer al rayo del sol, al quedar expuestos a la resolana por fuera de un escampado y frondoso árbol de Cucharo, desde aquel día se cerró el inventario de estas tierras generosas que despues se llamarían Bucaramanga.
Debajo de la sombra de un cobertizo de paja improvisado, la comitiva con un cura como vocero y quien para la ceremonia tenía al frente un atril de madera, donde reposaba una gruesa biblia arrugada por la humedad después de un miércoles lluvioso y torrentoso -el día anterior a la fundación- que mojó toda la meseta, incluida la comitiva que se proponía al día siguiente fundar este poblado de real de minas.
En aquel lejano diciembre, que pese al aguacero estaba a merced del manto abrazador de un sol inclemente, por comisión del oidor Juan de Villabona Zabiuarre, bajo un árbol de Cucharo donde se ubicaron los escribas con sus tablas que sostenían unas cuantas hojas impresas con sellos reales, con la sapiencia sin sabiduría del idioma de los notarios, llegaron varios personajes entre ellos el presbítero doctrinero Miguel Trujillo, Andrés Páez Sotomayor y varios habitantes de la meseta que sellaron la fundación.
Visitadores que la recorrían en un paseo de inspección fueron empapados con todas sus pertenencias, sorprendidos por un inesperado aguacero que cayó torrencial sobre los cultivos de maíz, yuca, frijol, calabaza, ahuyama y otros alimentos que servían de sustento a los asentamientos itinerantes de laboreo aurífero de los ríos Suratá, Río de Oro y la quebrada Zapamanga, cuyos aluviones arrastraban pepitas de oro que brillaban al lado de las piedras nacaradas y marcaban la itinerancia de sus pobladores.
Desde los albores pre fundacionales los ancestrales nativos que poblaron la meseta, fueron quienes los que por su presencia y tenacidad que se perdía en los tiempos -no por títulos inmobiliarios-, fundaron en realidad la población de Bucaramanga, mas sin embargo, no fueron invitados al acto de fundación.
No sabemos si tal descortesía, fue por equivocación como la llegada de Colón o por omisión, pues no se menciona que hubiese un aborigen presente que firmara el inventario, repartición de predios de la meseta y el acta notarial de fundación; de aquellos ignorados fundadores se destacan los Yariguies, los Guanes, los lavadores de Cochagua, los pobladores de Zapamanga y los cultivadores maiceros de Géridas.
Para entonces la conquista tenía una desgastada y vacía manera de fundar los nuevos territorios, ya que el acto de re-fundación se hacía por órdenes de curas, consejeros y oidores del rey; más no por habitarla con terrazas moldeadas con la siembra, con la alegría de sus hijos que la recorrían sin descanso y la construcción mítica de caminos, poblados  y veredas.
La ciudad de Pamplona, que en eso de arrodillarse fue bastante aventajada, además del poder clerical que ostentaba  por designación de dios, fue una ciudad fundadora de pueblos a través de las cordilleras orientales; pero al parecer alguna vez sintieron que no tenía sentido copiar nombres y entonces resolvieron rescatar algunos vocablos enraizados para volver a fundar una Pacha Mama que ya era nombrada, conquistada, transformada  y habitada por sus propios hijos.
En aquel inventario de nombres; Bucaramanga, fue la tierra de los búcaros salpicada por los Zapamangas y se salvó de llevar un nombre español; pues para desgracia, nuestras tierras tuvieron que llevar  nombres de santos desconocidos y lejanos, heredamos nombres, la mayoría de ellos copiados de Europa, quizás para alardear de la supuesta civilidad y humanismo de sus lugares de origen.
El nuevo mundo fue la gran madre nutricia: madre fatal, madre en constante fuga o desplazamiento, una inconmensurable alma mater  sembrada de mágicos lugares llenos de selvas, de páramos y abrazos vitales omo el acecho abrumador de los millares de insectos que polinizaban estas tierras bravías, sembradas de parches verdes donde brillaban las espigas de  los maizales.

No hay comentarios:

Publicar un comentario