ZUA QUETZAL
MAICERO
Hace 18 años, un animado grupo de santandereanos metimos como dicen, las narices en tierra de los indígenas U´wa. En busca de una identidad nos llamamos Zua Quetzal (día de la libertad) y en ese momento miramos añorantes a nuestros hermanos U´wa, idealizándolos, haciendo con ellos la lucha, llamando con ellos madre a la tierra, buscando semilla, raíz.
Lo que pasó fue muy íntimo, de meter la nariz en la lucha a la plenitud de
los sentidos y hoy después de todo, nos queda en común que “somos maíz”. Ahora han venido por acá los Uwa y han visto positiva
nuestra lucha, ellos que guardan su semilla con devoción milenaria ven bueno el
ritual que nosotros hacemos y suman su fuego.
Hemos llegado al maíz grano a grano conversando, mientras
pelamos, molemos o amasamos y antes cuando eso sucedía de manera natural no pensábamos en cosas como formulación de proyectos, elaboración de informes,
listados de asistencia, socializaciones, pero esta cruda realidad de lo extraño que amenaza de extinción
la herencia sagrada nos ha llevado a un plano formal de las cosas que produce
en nosotros cambios, tensiones, nerviosismos, responsabilidades y como
organización nos plantea desarrollar una estructura para extender la propuesta
y buscar soluciones.
Con ideas que ahora llamamos pedagógicas, con
conocimientos que ahora volvemos didácticos, como la siembra en cáscara de
huevo y el coloreado de un libro ilustrado, probamos que es posible involucrar
la enseñanza con la praxis urgente, como solución al gran dilema de producir alimento, en la
escuela para transverzalizar el
conocimiento de la biología al lenguaje, a la matemática, en las iglesias de
barrio para cumplir con el mandato cristiano “dadles vosotros de comer”.
El espíritu de este proyecto es claramente santandereano, con
carácter de hidalguía, de lucha, actuando local, pensando global. En medio del más primitivo individualismo
tenemos como reto el trabajo colectivo y la modernización organizativa, sin
perder nuestra esencia criolla, la formalización sin dejar de ser barrio,
vereda, hombres y mujeres de maíz.
Con dilemas tan graves como la transgenización de las semillas o la contaminación de las aguas, no soportamos una división más. Ya prendido el bombillo de las ideas y teniendo en la mano
nuestras queridas semillas nativas evocamos el entusiasmo, un compromiso mayor
que mueva las masas, la de la arepa criolla en cada casa, huevo por persona
para una gran siembra, de una semilla salen mil, en patios terrazas y jardines,
que para eso nos sirva la organización, esa competencia mayor de la vida que la
técnica y la unidad resolverán.